La ropa no debería sexualizar a las niñas: repensar la moda infantil
En estantes de tiendas y catálogos digitales es cada vez más común encontrar ropa infantil con transparencias, escotes, cortes ajustados o trajes de baño de diseño diminuto, en tallas tan pequeñas como para niñas de cuatro o cinco años.
¿Por qué una menor de edad necesita realzar su figura? La respuesta es simple: no la necesita.
La creciente sexualización en la moda dirigida a niñas, en donde las prendas no privilegian la comodidad, el juego o el movimiento, sino que replican patrones estéticos pensados para adultos.
Trajes de baño con aberturas, tops tipo halter, faldas ultracortas o blusas con transparencias no deberían formar parte de ningún clóset infantil.
La American Psychological Association (APA) publicó en 2007 un informe titulado Report of the APA Task Force on the Sexualization of Girls, en el cual advierte que la ropa y la publicidad sexualizada para niñas —por ejemplo, prendas reveladoras, poses sugerentes o trajes de baño diminutos— contribuye a la cosificación temprana de los cuerpos femeninos, aumenta problemas de autoestima, ansiedad, depresión y conductas alimentarias.
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La industria ha desplazado la noción de infancia protegida para reemplazarla con una infancia estetizada. Las niñas son presentadas como ‘pequeñas adultas’, en ropa que destaca caderas, busto o piernas, incluso cuando su desarrollo corporal no corresponde a esos rasgos.
Este fenómeno no es nuevo, pero sí más visible con la llegada de las redes sociales, donde el ideal de la ‘niña fashion’ o ‘mini influencer’ puede traducirse en la imposición de estándares que desdibujan los límites entre juego, moda y erotización.

El problema no es sólo lo que se vende, sino cómo se vende: los catálogos publicitarios suelen mostrar a niñas posando de forma sugerente, maquilladas o en actitudes imitadas de mujeres adultas, reforzando la idea de que su valor está en cómo se ven y no en quiénes son.
Frente a esto, debemos proponer reeducar el consumo, promover moda infantil ética, cómoda y libre de estereotipos, y sobre todo, dejar de normalizar que niñas tengan que “verse bien” para otros. La infancia es para jugar, explorar y descubrir, no para complacer miradas adultas.
La solución está en concientizar a madres y padres, exigir a las marcas, diseñadores y medios de comunicación que respeten los límites de la niñez.
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Una niña no debería preocuparse por verse “bonita” o “atractiva”. Debería preocuparse por brincar charcos, hacer castillos de arena, correr tras una pelota, ensuciarse con lodo o leer cuentos. Y para eso, no necesita transparencias ni escotes. Necesita ropa cómoda y un entorno que la respete.