Vacaciones repetidas: por qué volver al mismo lugar se vuelve refugio

Familia y Bienestar

Mientras muchos viajeros persiguen la novedad, otros hacen justo lo contrario: regresan al mismo destino año tras año. Reservan el mismo hotel, caminan las mismas calles y repiten rituales que, lejos de cansarlos, les ofrecen comodidad, calma y sentido de pertenencia.

Durante 15 años, el fotógrafo Jason Greene y su familia han viajado desde Nueva York a Mont Tremblant, Quebec, para pasar una semana invernal. Allí repiten una tradición: paletas de jarabe de arce, patinaje sobre hielo y días de esquí, el lugar donde todos aprendieron snowboard. “Ocupa un lugar especial en nuestros corazones”, resume.

Seguridad emocional en lo conocido

Para Charlotte Russell, psicóloga clínica y fundadora de The Travel Psychologist, volver al mismo sitio brinda sensación de seguridad. “Sabemos qué esperar y es menos probable enfrentar imprevistos”, explica. Este patrón suele atraer a personas agotadas por el ritmo cotidiano, para quienes las vacaciones repetidas resultan profundamente reconfortantes.

La profesora de sociología Rebecca Tiger es otro ejemplo: ha regresado ocho veces a Atenas y prepara una novena visita. Se hospeda en Pangrati, un barrio que ya siente propio. “Tengo vínculos locales y una familiaridad que no me aburre”, afirma.

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La nostalgia también viaja

Los datos confirman la tendencia. El informe Where to Next? 2026, de Priceline, señala que 73% de los viajeros se siente atraído por destinos que marcaron su pasado. El informe global de viajes de Hilton indica que 58% de las familias planea volver a lugares de su infancia, y que 52% de los viajeros brasileños repite destino cada año.

La nostalgia y la comodidad permiten “dejar atrás el estrés y relajarse”, dice Greene, quien asegura que la emoción no se ha desgastado pese a repetir exactamente la misma rutina.

El equilibrio entre rutina y novedad

Desde la neurociencia, Russell advierte que existe la adaptación hedónica: cuando algo placentero se vuelve tan habitual que pierde impacto emocional. La clave, dice, está en añadir pequeños cambios sin renunciar a lo familiar.

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Tiger coincide: Grecia sigue siendo nueva para ella gracias a playas, islas y pueblos distintos, aunque el país sea el mismo. Lo que cambia no es el código del aeropuerto, sino la experiencia.

En un mundo cada vez más estresante, volver al mismo lugar ya no es sinónimo de aburrimiento, sino una forma de cuidar la salud emocional, encontrar refugio en lo conocido y, de vez en cuando, explorar algo nuevo desde un terreno seguro.

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