Solidaridad en tiempos de crisis: la humanidad no puede avanzar sin unirse
Hoy, 20 de diciembre, se conmemora el Día Internacional de la Solidaridad Humana, una fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 2005.
La ONU estableció este día para subrayar que la solidaridad no es solo un valor moral, sino una estrategia clave para el desarrollo global, la erradicación de la pobreza y la construcción de sociedades más justas y equitativas.
Para la ONU, la solidaridad es un pilar de las relaciones internacionales del siglo XXI. Con entornos marcados por profundas desigualdades, crisis climáticas, conflictos y pandemias, la cooperación entre personas, comunidades y Estados se vuelve indispensable para enfrentar desafíos que ningún país puede resolver de manera aislada.
El concepto de solidaridad fue incluido en la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas como uno de los valores fundamentales para guiar las relaciones entre los pueblos, junto con la libertad, la igualdad y el respeto por la naturaleza. La resolución 60/209 de la Asamblea General proclamó el 20 de diciembre como este día internacional, y ya en 2002 había sido creado el Fondo Mundial de Solidaridad para apoyar proyectos dirigidos a erradicar la pobreza y fomentar el desarrollo humano en los países menos industrializados.
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La solidaridad se traduce en acciones concretas: desde la cooperación internacional para garantizar acceso a vacunas, hasta iniciativas comunitarias para apoyar a familias afectadas por desastres naturales o crisis económicas. También se expresa en esfuerzos por incluir a grupos marginados y garantizar que nadie quede atrás, uno de los principios rectores de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Organizaciones civiles, gobiernos y movimientos sociales usan este día para promover debates y acciones prácticas sobre cómo fortalecer los lazos de apoyo mutuo. Estos esfuerzos no solo buscan aliviar situaciones urgentes como la pobreza o la falta de acceso a servicios básicos, sino también construir sociedades resilientes, capaces de enfrentar futuros desafíos con equidad y justicia.
En palabras del exsecretario general de la ONU, Ban Ki-moon, la solidaridad implica un compromiso global para asegurar que quienes sufren las consecuencias de conflictos, desastres o desigualdad reciban “toda la asistencia y protección que necesiten para reanudar cuanto antes una vida normal”.
A nivel individual, la solidaridad se manifiesta en gestos cotidianos: ayudar a un vecino, apoyar iniciativas comunitarias, participar en acciones de voluntariado o abogar por políticas públicas que fortalezcan la inclusión social. Estas acciones, por pequeñas que parezcan, entretejen una red de apoyo que impulsa cambios reales.




