Misoginia interiorizada: ¿lo llevas dentro?
La misoginia interiorizada es una de esas heridas silenciosas que atraviesan generaciones. No siempre se expresa con gritos ni violencias visibles; a veces se esconde en frases repetidas sin cuestionar, en dudas cotidianas o en la creencia arraigada de que las mujeres “valemos menos”. Es la forma en que se pueden adoptar y reproducir prejuicios, estereotipos y prácticas discriminatorias contra mujeres.
La misoginia interiorizada surge de crecer en sociedades donde lo masculino se coloca como referencia de autoridad, prestigio y legitimidad.
Desde ahí se normalizan ideas como que “las mujeres exageran”, que “entre mujeres no nos llevamos bien”, que “liderar no es para nosotras” o que las tareas de cuidado “nos corresponden por naturaleza”.
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Estas creencias no nacen “solas”: forman parte de un sistema más amplio de opresión, donde se disciplinan y controlan las conductas femeninas, incluso desde adentro.
Esa mirada crítica hacia lo femenino puede llevar a minimizar la violencia, justificar desigualdades o desconfiar sistemáticamente de otras mujeres, reforzando estructuras que ya nos colocan en desventaja.
Reconocer la misoginia interiorizada muestra la consecuencia de un entorno social que premia lo masculino y deslegitima lo femenino, permite empezar a desmontar esas narrativas. Y, sobre todo, abre la posibilidad de construir vínculos más libres, conscientes y solidarios entre mujeres.




