Lila Downs convierte el Auditorio Nacional en un altar de memoria y resistencia
La voz de Lila Downs volvió a estremecer el Auditorio Nacional, donde la cantante oaxaqueña combinó homenaje, tradición y denuncia en una presentación marcada por la fuerza del Día de Muertos y el clamor por las mujeres desaparecidas en México.
Desde el primer instante, el escenario se cubrió con flores de cempasúchil, copal e imágenes de los fieles difuntos, mientras Downs abrió el concierto con “Icnocuicatl”, un canto en náhuatl que dedicó “a aquellos que han abandonado este plano”. La intérprete pidió permiso a las almas para cantarles, convirtiendo el recinto en un altar vivo de memoria colectiva.
Con temas como “Tortolina”, “Conjuro” y “Humito de copal”, la cantante no solo honró a los muertos, también alzó la voz sobre la libertad de expresión, la situación del país y el valor de recordar “dónde estábamos hace cinco o seis años”. Downs recordó que muchas de sus canciones hablan de periodistas, de la libertad y de las heridas que aún duelen.
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Las colaboraciones encendieron el escenario. Majo Aguilar acompañó a Downs en “Dos corazones”, mientras que Alicia Villarreal se sumó para interpretar “Maldita billetera”, en tributo a Paquita la del Barrio. Más adelante, clásicos como “Cariñito” y “Mezcalito” desataron la euforia del público, junto con adelantos de su próximo disco como “Cambias mi mundo”.
El momento más conmovedor llegó cuando Lila Downs dedicó el concierto a las mujeres desaparecidas. Con la voz firme y el corazón expuesto, exigió justicia, honró a quienes siguen buscando a sus hijas y recordó que “ellas siguen aquí, en nuestro pecho, hoy que vuelven a vivir”.
Entre la tradición y la protesta, Downs transformó la noche en un ritual de música, memoria y resistencia. Una vez más, el Coloso de Reforma fue testigo de cómo el arte puede honrar a los muertos y, al mismo tiempo, pedir justicia para los vivos.




