¿Salud mental: derecho universal o privilegio?

Familia y Bienestar

La salud mental debería considerarse un derecho fundamental, numerosas barreras la han convertido en un privilegio accesible sólo a unos cuantos.

El contexto socioeconómico, los recursos institucionales limitados y el estigma arraigado configuran un panorama donde quienes tienen más posibilidades económicas o geográficas, pasan a la vanguardia, mientras otros quedan rezagados.

Datos duros que revelan desigualdad

  • Solo 1 de cada 10 trabajadores cuenta con acceso a servicios especializados en salud mental en México. En ciudades grandes como la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara el porcentaje es mayor, pero en regiones pequeñas baja aún más.
  • Casi el 60 % de las personas con algún padecimiento mental deciden vivir sin atención médica. De esa población afectada, la Asociación Mexicana de Industrias de Investigación Farmacéutica (AMIIF) reporta que apenas 20 % recibe apoyo de un profesional.
  • México destina aproximadamente el 1.3 % de su presupuesto en salud pública para atención de salud mental, muy por debajo del 5 % recomendado internacionalmente.

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Factores que hacen de la salud mental un privilegio

Pese a los esfuerzos, las circunstancias individuales y sociales pueden hacer un acto de autocuidado sea complejo y no sólo una elección.

  1. Recursos económicos: quienes pueden costear consultas privadas, terapias o medicamentos están en ventaja frente a quienes dependen solo del sistema público, muchas veces saturado o con largas esperas.
  2. Seguridad social y cobertura: acceso al IMSS, ISSSTE u otros esquemas seguros suele marcar la diferencia en la obtención de atención adecuada.
  3. Geografía: habitantes de zonas rurales o comunidades alejadas enfrentan mayor dificultad para acceder a especialistas o servicios confiables.
  4. Estigma y cultura: el miedo al rechazo social o la vergüenza impide a muchas personas buscar ayuda; lo que agrava su condición.
  5. Infraestructura y profesionales: hay pocos especialistas —psiquiatras, psicólogos—, especialmente en el sistema público, y distribución desigual en todo el país.

¿Por qué importa romper esta desigualdad?

Las desigualdades en el sistema de salud y el bienestar mental van de la mano, por eso es importante combatirlas. Sin atención adecuada, los trastornos mentales empeoran, generando sufrimiento individual, rupturas familiares, disminución de productividad e impactos sociales.

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Negar salud mental contribuye a perpetuar la pobreza, la exclusión y la marginación; cuando personas de menores recursos no tienen apoyo, las brechas se profundizan.

Un sistema de salud que ignore esta realidad no solo viola derechos consagrados en la Constitución y tratados internacionales, sino que también pierde la oportunidad de prevenir crisis mayores —suicidios, hospitalizaciones graves— que podrían manejarse mejor con intervención temprana.

El desafío principal es convertir la salud mental en algo accesible para todos, no sólo para quienes la pueden costear. Lograrlo implica movilizar presupuesto, fortalecer servicios públicos, descentralizar la atención y desmontar prejuicios sociales.

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