¿Por qué lloramos cuando estamos felices?
Las lágrimas de felicidad no son un error del cuerpo, sino una respuesta natural que equilibra nuestro sistema emocional. Cuando vivimos un momento de alegría intensa —como reencontrarnos con alguien después de años, ganar un premio soñado o presenciar el nacimiento de un hijo— el cerebro libera una fuerte descarga de dopamina, oxitocina y otras sustancias relacionadas con el placer.
Este cóctel químico puede sobreestimular nuestro sistema nervioso. Para compensar, el cuerpo activa una respuesta que tradicionalmente asociamos con la tristeza: el llanto.
Los científicos llaman a este fenómeno dimorfismo emocional, que ocurre cuando una emoción se manifiesta con una expresión aparentemente opuesta.
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La psicóloga Oriana Aragón, de la Universidad de Yale, ha estudiado este tipo de reacciones y concluye que llorar de felicidad ayuda a regular el exceso de activación emocional, permitiendo que la persona vuelva a un estado más equilibrado. En otras palabras, las lágrimas actúan como un mecanismo de alivio.
Además, el llanto —incluso en momentos felices— cumple una función social: muestra vulnerabilidad, fortalece lazos afectivos y genera empatía en quienes nos rodean. Por eso, esas lágrimas que caen en una boda, en un abrazo largamente esperado o al escuchar una buena noticia, son en realidad un lenguaje emocional que todos entendemos, aunque no siempre sepamos explicarlo.




