¿Nacimos para ser fieles? Lo que dice la ciencia sobre la monogamia humana
En tiempos donde las relaciones abiertas, el poliamor y las apps de citas redefinen el amor, surge una pregunta inevitable: ¿los humanos somos monógamos por naturaleza? Las investigaciones sugieren que no hay una única respuesta.
La monogamia no siempre fue la norma, sino una estrategia de supervivencia que surgió hace millones de años.
Nuestros ancestros, al igual que los chimpancés y bonobos, probablemente comenzaron con sistemas reproductivos abiertos, donde las hembras se apareaban con múltiples machos para proteger a sus crías.
Pero cuando los humanos enfrentaron un cambio climático que los obligó a vivir en grupos más grandes y con cerebros en crecimiento, la crianza se volvió una tarea imposible sin ayuda. Ahí surgió la monogamia como necesidad, no como ideal romántico.
El cerebro también juega su papel
El amor y la fidelidad tienen su base en la química cerebral.
CONTINÚA LEYENDO: Poliamor: amar a más de una persona, sin mentiras ni presiones
La oxitocina y la dopamina, sustancias asociadas al vínculo y al placer, activan los centros de recompensa durante el contacto físico.
Sin embargo, la dopamina también impulsa la búsqueda de novedad, lo que podría explicar por qué a veces el deseo flaquea en relaciones largas.
No todos eligen el mismo camino
A pesar de las bases evolutivas de la monogamia, no todas las culturas han seguido ese modelo. Desde comunidades poliándricas en el Himalaya hasta relaciones no monógamas modernas, el ser humano ha sido creativamente flexible.
Tener múltiples parejas puede significar mayor estabilidad económica, genética y emocional en ciertos contextos. Pero también conlleva desafíos complejos, como los celos, la gestión del tiempo y la carga emocional.
¿Entonces, somos o no somos monógamos?
La ciencia apunta a una conclusión: no hay una sola forma “natural” de amar.
TE PUEDE INTERESAR: ¿El chisme es vida? Esto dice la evolución
La monogamia puede ser útil, pero no es universal. Lo que sí parece ser intrínsecamente humano es nuestra capacidad de adaptación y negociación emocional.
Tal vez no se trata de elegir entre fidelidad o libertad, sino de reconocer que nuestras relaciones son tan diversas como lo somos nosotros.