Kinkeeping: cuando las mujeres sostienen la familia a costa de su bienestar

Familia y Bienestar

En millones de hogares, las mujeres son el eje invisible que mantiene unidos a hermanos, padres, primos y nietos, sin que ese esfuerzo sea reconocido como trabajo. Este fenómeno tiene un nombre: kinkeeping, o “mantenimiento de los lazos familiares”, y representa una carga emocional y logística desproporcionada para las mujeres, que se traduce en estrés, sobrecarga mental y desequilibrios dentro del núcleo familiar.

Kinkeeping es un concepto desarrollado en los años 80 por la socióloga Carolyn Rosenthal, quien definió este rol como el conjunto de actividades orientadas a mantener la cohesión familiar: recordar cumpleaños, organizar reuniones, cuidar a adultos mayores, atender enfermedades, acompañar en trámites y ser el vínculo constante entre parientes. Aunque hombres y mujeres pueden ejercerlo, la evidencia muestra que recae abrumadoramente sobre ellas.

Un estudio publicado por American Sociological Review encontró que el 70 % de las tareas de coordinación familiar son realizadas por mujeres, sin importar si trabajan fuera de casa. De acuerdo con la psicóloga Theresa E. DiDonato, profesora en Loyola University Maryland, el kinkeeping suele intensificarse en mujeres de mediana edad, especialmente en aquellas con hijos y padres mayores a su cargo, lo que las sitúa en la llamada “generación sándwich”.

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La carga emocional del kinkeeping no sólo implica tiempo, sino una presión constante por sostener la armonía familiar. Como señala la socióloga Allison Daminger, de Harvard, esta labor forma parte de la “carga mental”, es decir, el trabajo cognitivo de planear, anticipar y coordinar que nunca se detiene. El resultado: mujeres agotadas, con menos tiempo para sí mismas, y relaciones familiares que se sostienen sobre la desigualdad de género.

El desequilibrio también se manifiesta en momentos críticos: cuando una madre enferma, o una abuela fallece, muchas familias se desorganizan abruptamente. Suele quedar en evidencia que una sola persona —usualmente una mujer— era quien mantenía unidos todos los hilos afectivos y prácticos.

Aunque el kinkeeping suele considerarse una expresión de amor o responsabilidad, su naturalización refuerza los estereotipos de género y mantiene a las mujeres atadas a labores no remuneradas. A largo plazo, esto afecta su salud mental, sus oportunidades profesionales y su autonomía.

Visibilizar el kinkeeping es el primer paso para redistribuir las tareas afectivas y logísticas de la vida familiar, y construir relaciones más equitativas.

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