Hijos del abandono: abusos sexuales de los cascos azules de la ONU en el Congo

Ellas Dicen

En el este de la República Democrática del Congo, el conflicto armado, el desplazamiento forzado y la pobreza han creado el escenario perfecto para otro tipo de violencia: la explotación sexual por parte del personal de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (MONUSCO).

La BBC rescató el caso de Kamate Bibiche, vive con su hijo Dimitri, de 12 años, en una casa improvisada en Birere, un asentamiento informal de Goma. El niño, de cabello rizado y piel más clara, se esconde del sol y de las burlas. Su padre, un exsoldado ruso de la ONU, desapareció poco después de saber que Kamate estaba embarazada. Desde entonces, no ha vuelto a saber de él. Como muchos otros, Yuriy ocultó sus antecedentes, prometió apoyo y se fue sin dejar rastro.

La historia de Kamate no es un caso aislado. En Sake, otra joven, Maria Masika, tuvo una hija con un soldado sudafricano que alquiló una casa cerca de la base para visitarla fuera de servicio. Cuando nació Queen, él también desapareció. Hoy, Maria arriesga su vida como trabajadora sexual para sobrevivir.

La MONUSCO fue desplegada en 1999 con el objetivo de apoyar la estabilidad del país. Sin embargo, su presencia ha dejado un legado de abusos sexuales, hijos abandonados y madres estigmatizadas. Un informe de la ONU, publicado en marzo de 2024, documenta un aumento en las denuncias de abuso sexual dentro de misiones de paz y políticas especiales: 100 denuncias en 2023, frente a 79 en 2022, con 143 víctimas identificadas, incluyendo 28 niñas y niños.

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La República Democrática del Congo alberga actualmente a más de ocho millones de personas desplazadas, atrapadas en condiciones precarias y sin acceso a necesidades básicas. Esta vulnerabilidad ha facilitado la explotación sexual de mujeres y niñas, muchas de ellas involucradas en relaciones desiguales con personal uniformado de la ONU, que, según una resolución de 2005, pueden considerarse explotación incluso cuando parecen consensuadas.

Organizaciones como Sofepadi denuncian que la falta de mecanismos de justicia eficaces permite que muchos perpetradores queden impunes. La directora del centro “Familia Congoleña para la Alegría”, Nelly Kyeya, reporta al menos cinco casos de niños abandonados tras relaciones con soldados de paz. La mayoría de estas mujeres enfrentan rechazo social y pérdida de oportunidades, lo que a menudo las lleva a abandonar a sus hijos.

Aunque la MONUSCO insiste en su política de tolerancia cero y afirma que los responsables son marcados y apartados, también reconoce que no puede dar acceso a los registros de soldados por “razones legales”. Además, muchas de las mujeres afectadas, como Kamate y Maria, no saben que existen programas de ayuda, como el Fondo Fiduciario de Asistencia a las Víctimas.

Mientras la atención internacional se concentra en los enfrentamientos con el grupo rebelde M23, que en enero tomó el control de Goma dejando miles de muertos, persiste una herida más silenciosa: una generación de niños nacidos de la impunidad. Niños cuyas historias recuerdan que la protección prometida por los cascos azules ha sido, para muchos, sinónimo de abandono.

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