Revelan cómo las palabras moldean nuestra forma de imaginar a las personas

Ellas Dicen

¿Influye el lenguaje en cómo percibimos el género de las personas? La respuesta, según una investigación de la Universidad del País Vasco, es .

El uso del masculino genérico, los desdoblamientos y otras formas lingüísticas afectan directamente la manera en que representamos mentalmente a quienes se mencionan en un texto.

La lingüista e investigadora del grupo HiTT de la UPV/EHU, Laura Vela-Plo, presentó los resultados de un estudio experimental que demuestra cómo ciertos recursos del lenguaje generan sesgos de género, incluso en lenguas como el euskera, donde no existe distinción gramatical de género.

Masculino genérico: ¿realmente incluye a todas las personas?

La investigación, desarrollada junto a Marta de Pedis y Marina Ortega-Andrés, incluyó tres estudios con la participación de más de 1,500 personas.

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Los hallazgos apuntan a una conclusión clara: cuando se utiliza el masculino genérico, la mayoría de las personas imagina a varones, no a un grupo mixto.

“Aunque su uso esté muy extendido, el masculino genérico no suele interpretarse como verdaderamente inclusivo”, explicó Vela-Plo durante su presentación en la jornada “Género y comunicación de la ciencia”, organizada por la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU el pasado 15 de mayo.

Estrategias inclusivas que equilibran la percepción

El equipo también evaluó otras fórmulas, como los desdoblamientos (“los y las”), sustantivos epicenos (“persona”, “candidatura”), colectivos (“alumnado”) y el uso del morfema no binario “-e”, aún minoritario en el uso cotidiano.

Estas formas generaron interpretaciones más equitativas entre mujeres y hombres, y en algunos casos, redujeron el sesgo de género de forma significativa.

Uno de los aspectos más reveladores fue el rol del receptor. Los hombres tendieron a interpretar el masculino genérico como masculino exclusivo, mientras que las mujeres mostraron mayor apertura a formas inclusivas.

Factores como el nivel de sexismo, la edad y la postura frente al feminismo o la diversidad sexual también influyeron en la manera de interpretar los textos.

¿Una herramienta contra la desigualdad?

Para Laura Vela-Plo, el lenguaje no es la única vía, pero sí una herramienta poderosa para fomentar una sociedad más igualitaria. “Refleja la realidad, pero también la moldea”, afirmó.

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De ahí la importancia de contar con datos empíricos para respaldar políticas lingüísticas, más allá de los debates ideológicos o las reacciones viscerales que suele generar el lenguaje inclusivo.

Además, el estudio desmiente críticas frecuentes: no hay evidencia de que las fórmulas inclusivas dificulten la comprensión ni que impliquen un esfuerzo cognitivo mayor.

¿Qué hacer desde la comunicación?

La recomendación del equipo investigador es clara: adaptar las fórmulas lingüísticas al contexto. En ámbitos como la educación, la comunicación institucional o los medios, conviene combinar estrategias para evitar ambigüedades.

El objetivo no es eliminar el masculino genérico, sino ser conscientes de cuándo puede ser excluyente.

“Nuestra manera de hablar influye en cómo representamos el mundo. Cambiar ciertos hábitos no siempre es fácil, pero merece la pena si queremos avanzar hacia una mayor igualdad”, concluyó Vela-Plo.

Aunque el estudio se centró en un enfoque binario, los autores subrayan que este es solo un primer paso. “Queda mucho por investigar sobre identidades no binarias y otras expresiones de género. Pero si algo nos importa, es mejorar la situación de las personas, más allá del análisis lingüístico”, remató la investigadora.

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