Encerradas por desobedecer: mujeres saudíes sobreviven en centros que simulan ser hogares de cuidado
A pesar de su imagen internacional de apertura y modernización, Arabia Saudí mantiene prácticas profundamente represivas contra niñas y mujeres jóvenes, como lo revela una reciente investigación del diario británico The Guardian.
Bajo el disfraz de centros de “rehabilitación”, los llamados hogares de cuidado (Dar al-Reaya) operan como prisiones encubiertas para mujeres consideradas “desobedientes” por sus familias.
Castigadas por ser libres
Estas instituciones, que surgieron en los años 60, retienen a niñas y mujeres menores de 30 años que han sido acusadas de “escapar de casa”, mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio o simplemente desobedecer la autoridad de un tutor varón, como padre, hermano o esposo.
En un país donde aún impera el sistema de tutela masculina, estos hombres no solo deciden cuándo una mujer debe ser internada, sino también si tiene derecho a salir.
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No rezar, salir solas, compartir el apellido con otra mujer o no vestir “como se espera” son motivos suficientes para recibir castigos físicos, que incluyen flagelaciones semanales, así como adoctrinamiento religioso forzado, aislamiento, y privación de contacto con el mundo exterior, según testimonios recopilados por The Guardian.
Abusos y suicidios silenciados
En 2017, el suicidio de cuatro jóvenes en la institución de La Meca desató la campaña digital #Save_the_Girls_of_the_Care_Home, impulsada por activistas saudíes que denunciaron torturas psicológicas y físicas como:
- Pruebas de virginidad al ingresar
- Desnudos forzados durante los cacheos
- Sedación para someterlas
La organización ALQST, que documenta violaciones a los derechos humanos en el país, ha señalado casos de desnutrición, negligencia médica, malas condiciones higiénicas, confinamiento prolongado y humillaciones sistemáticas en estos centros.
Encierro sin salida
La única forma de salir de un hogar de cuidado es con el permiso de un tutor masculino, lo que convierte al encierro en una condena sin fin para aquellas que han sido abandonadas o castigadas por sus propias familias.
Una vez que cumplen 30 años, si nadie acude por ellas, pueden ser trasladadas a prisiones comunes, donde podrían pasar el resto de su vida.
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En algunos casos, hombres mayores o exconvictos visitan estos centros con la intención de “rescatar” a las internas mediante el matrimonio, lo que representa una puerta de escape a un nuevo encierro, ahora conyugal.
Mientras el régimen de Mohammed bin Salman presume ante el mundo la organización de eventos como el Mundial de Fútbol de 2034, la Supercopa de España o la autorización para que las mujeres conduzcan, en casa ocupa el puesto 126 de 146 en el Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial 2024, un reflejo de la contradicción entre su imagen pública y las condiciones reales de vida para las mujeres.
¿Apertura o lavado de imagen?
Las voces críticas dentro y fuera de Arabia Saudí señalan que estos gestos de apertura son solo cambios superficiales en un país que continúa criminalizando la autonomía femenina.
Y mientras la comunidad internacional mira con entusiasmo sus estadios y conciertos, decenas de jóvenes viven encerradas, violentadas y silenciadas por atreverse a ser libres.
“No son centros de cuidado. Son cárceles con otro nombre”, advierten defensoras de derechos humanos que exigen el cierre inmediato de estos recintos y el fin de la tutela masculina en un país donde el control sobre las mujeres sigue siendo ley.