¿Cómo se ve la violencia sistemática?
A diferencia de actos aislados de agresión, la violencia sistemática está arraigada en las estructuras sociales, políticas y económicas, reproduciéndose a través de instituciones, leyes, omisiones y estigmas que marginan de forma constante a grupos enteros de personas.
De acuerdo con organismos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la violencia sistemática se refiere a agresiones repetidas y estructurales contra determinados sectores, amparadas o toleradas por el Estado o instituciones, ya sea por acción directa o por negligencia.
Esta violencia puede manifestarse de distintas formas: discriminación racial, exclusión económica, persecución por identidad de género, impunidad frente a feminicidios o abusos en centros de detención.
Lo que la caracteriza es su persistencia, normalización y el hecho de que las víctimas tienen pocas o nulas vías de protección efectiva.
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Violencia contra las mujeres: un ejemplo claro
Uno de los ámbitos más documentados de violencia sistemática es el que afecta a las mujeres y niñas. En países como México, El Salvador o Honduras, las tasas de feminicidio y violencia sexual siguen en aumento.
La impunidad rebasa el 95% en muchos de estos casos, según datos de Amnistía Internacional.
En su informe de 2023, la organización denunció que los sistemas judiciales de varios países revictimizan a las denunciantes, desestiman pruebas o simplemente no investigan.
Esto configura una forma de violencia sistemática, ya que el aparato estatal, que debería proteger, reproduce la agresión por omisión o complicidad.
“No es un problema de casos individuales, sino de sistemas que fallan continuamente a las mismas personas”, señala Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional.
Racismo estructural y exclusión
Otro caso paradigmático es el de la violencia sistemática contra poblaciones afrodescendientes e indígenas. En países como Estados Unidos y Brasil, los estudios demuestran que estas comunidades enfrentan mayor riesgo de morir a manos de la policía, peores condiciones laborales, menor acceso a servicios de salud y una representación política casi nula.
La Comisión de Derechos Civiles de EE.UU. ha documentado que los afroamericanos tienen tres veces más probabilidades de ser encarcelados que los blancos por delitos similares.
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En Brasil, según el Instituto de Seguridad Pública de Río de Janeiro, más del 75% de las personas asesinadas por la policía en 2022 eran negras.
Personas LGBTIQ+ y criminalización
La violencia sistemática también afecta de forma grave a personas de la diversidad sexual y de género.
En más de 60 países del mundo, la homosexualidad está penalizada, y en al menos 11 de ellos, puede ser castigada con la muerte.
Más allá de las leyes, el estigma social, el acceso desigual a la salud, la falta de educación inclusiva y la violencia callejera forman parte del engranaje que niega derechos de forma constante.
Un informe conjunto de ILGA World y Human Rights Watch en 2022 reveló que las personas trans enfrentan tasas alarmantes de desempleo, acoso, violencia policial y homicidios, particularmente en América Latina, donde países como México, Brasil y Colombia registran los números más altos de crímenes por transfobia.
Respuestas urgentes ante un problema estructural
Combatir la violencia sistemática requiere mucho más que leyes: implica reformar instituciones, capacitar a autoridades, garantizar acceso a la justicia y reconocer públicamente el daño estructural que sufren ciertos grupos.
También exige una sociedad civil activa que exija rendición de cuentas, así como medios de comunicación responsables que visibilicen estos patrones sin reproducir estigmas.