La maternidad no debería doler: hablemos de salud mental materna

Ellas DicenFamilia y Bienestar

Miles de mujeres viven su maternidad entre el amor y la angustia; a pesar de los ideales sociales que la pintan como la etapa más plena de la vida, para muchas mujeres, convertirse en madre también significa enfrentarse al aislamiento, el agotamiento extremo, la ansiedad, la depresión y una culpa constante que rara vez se nombra.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco mujeres experimenta algún trastorno mental durante el embarazo o el primer año posterior al parto, siendo la depresión posparto el más común.

En América Latina, hasta el 40% de las madres puede presentar síntomas de depresión o ansiedad, según estudios de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Sin embargo, la mayoría no recibe atención ni diagnóstico oportuno.

La salud mental de las mujeres durante y después del embarazo sigue siendo un tema tabú. Muchas madres enfrentan la presión de “ser fuertes”, “estar agradecidas” o “poder con todo”, aun cuando su salud emocional está en riesgo.

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Este silencio puede tener consecuencias graves. Los trastornos mentales maternos afectan la calidad de vida de las mujeres, también impactan en el vínculo con sus hijos, su desarrollo emocional, y la dinámica familiar.

La salud mental materna es salud pública

Ignorar la salud mental de las madres tiene un costo social enorme. Según el Instituto Nacional de Psiquiatría de México, menos del 10% de las mujeres con depresión posparto reciben tratamiento.

Además, la cobertura de servicios de salud mental especializados para madres sigue siendo insuficiente, especialmente en zonas rurales y comunidades vulnerables.

Los prejuicios, la falta de información y la escasa formación de personal médico en temas de salud mental perinatal agravan el problema.

Cuidar a quien cuida

Invertir en salud mental materna es, en palabras de la OPS, una inversión en el futuro de nuestras sociedades.

Campañas de sensibilización, redes de apoyo comunitarias, detección temprana en centros de salud y acceso gratuito a atención psicológica son acciones urgentes, no postergables.

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Reconocer que la maternidad puede doler y que no es un camino lineal ni idealizado no es una debilidad, es una forma de resistencia y cuidado.

Una madre que recibe apoyo, que puede hablar de lo que siente y accede a acompañamiento emocional, es una madre más libre, más fuerte y más humana. Y eso también se traduce en infancias más sanas, comunidades más empáticas y sociedades más justas.

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