Vivir Quintana: corridos feministas que incomodan, sanan y hacen memoria
La cantante mexicana Vivir Quintana vuelve a incomodar a quienes prefieren el silencio frente a la violencia de género.
Esta vez, lo hace con su nuevo disco ‘Cosas que sorprenden a la audiencia’, un álbum que desafía de frente al género de los corridos tradicionales, y lo reconstruye desde el dolor, la resistencia y la vida de mujeres que se atrevieron a defenderse.
Hace una década, Quintana se hizo una pregunta que aún retumba en un país donde asesinar a una mujer parece cotidiano y donde defenderse puede costar la libertad: “¿Qué hubiera pasado si mi amiga hubiera matado a su agresor?”. Esa pregunta fue semilla.
Lo que florece ahora es un disco que recoge historias reales de mujeres que sobrevivieron a sus agresores, pero fueron encarceladas por haberlo hecho.
En un país donde en promedio diez mujeres son asesinadas al día, Vivir no se conforma con cantar lo que gusta: canta lo que duele, lo que arde y lo que muchas no pueden contar.
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Después del impacto de Canción sin miedo, que se volvió un himno en marchas feministas dentro y fuera de México, la artista decide dar un paso más allá: resignificar el corrido, un género muchas veces vinculado a la misoginia, al machismo y a las narrativas del poder masculino.
Para Quintana, no se trataba de adaptar el género, sino de deshacerlo y rehacerlo, llevarlo a otra parte, lejos de los narcos “aspiracionales” y las letras que glorifican la violencia.
Por eso, los diez corridos del álbum están escritos en primera persona, narrados desde la voz de las propias mujeres que vivieron el infierno y decidieron no morir en él.
Uno de los casos más emblemáticos es el de Yakiri Rubio, sobreviviente de violación, encarcelada por haberse defendido. Su historia se convierte en ‘La Nochebuena más triste’, una canción que Yakiri escuchó con lágrimas y que ahora, dice, puede servir para que otras mujeres sepan que tienen derecho a seguir vivas.
Este disco no es sólo música. Es testimonio, memoria y resistencia. Vivir no tomó las historias para hacer arte. Se involucró, convivió, escuchó, se comprometió. “Cuando no hay vínculo, te estás robando esas historias”, dice. Lo suyo no es apropiación, es acompañamiento.
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Pero, como era de esperarse, aún hay quienes se escandalizan cuando una mujer se defiende, quienes no pueden aceptar que las víctimas hablen, canten y denuncien. En una sociedad donde el 68 % de las mujeres ha vivido algún tipo de violencia, según cifras oficiales, este disco no debería sorprender. Debería doler. Debería alertar. Debería movilizar.
Vivir Quintana no canta para la comodidad. Canta para recordar que este país le falla a sus mujeres todos los días. Y si dentro de 20 años alguien escucha este álbum y no puede creer lo que pasó, será porque algo —aunque sea poco—, cambió.
Hasta entonces, que suenen los corridos que incomodan. Porque sí, las mujeres también cuentan sus guerras. Y no siempre las pierden.