No existe la víctima perfecta: la revictimización debe terminar
Cuando una mujer decide hablar sobre la violencia sufrida, no debería tener que enfrentar más dolor. Sin embargo, muchas veces —en su intento por buscar justicia— se topa con otro obstáculo: el juicio, la desconfianza y la revictimización.
La revictimización institucional y social agrava el sufrimiento de quienes ya han sido víctimas, al exigirles justificar su versión, someterlas a múltiples interrogatorios o cuestionar su dignidad.
Este fenómeno no distingue entre educaciones, clases sociales o condiciones personales. Como señalan investigadores: “no se pueden estandarizar los tipos de mujer víctima de violencia”.
Las agresiones pueden ser físicas, psicológicas o digitales, acusar a la víctima de detalles —su vestimenta, sus decisiones o sus palabras— no sólo reproduce violencia, sino que refuerza el miedo a denunciar.
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Revictimización
El concepto de revictimización alude a lo que sucede cuando una persona que ya fue víctima sufre una segunda victimización —esta vez por parte de las instituciones, la sociedad, los medios o incluso su entorno— al denunciar.
Esto puede manifestarse en la incredulidad, el cuestionamiento de su versión, victim-blaming, una atención deficiente, extra trámites, procesos largos, o la negación de protección o justicia.
Cómo se traduce la revictimización en números
Además, la revictimización tiene consecuencias concretas: muchas mujeres optan por no denunciar, se retraen socialmente, desarrollan problemas de salud mental como ansiedad, estrés o depresión, y en casos extremos, temores profundos que ponen en riesgo su integridad.
- Según la Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en 2022 aumentó en un 13.2 % el número de mujeres víctimas de delitos con respecto al año anterior, incluyendo casos de violencia sexual, hostigamiento y violencia familiar.
- A pesar de la magnitud del problema, la mayoría de los casos no se denuncian: investigaciones periodísticas han señalado que prácticamente el 99.7 % de los delitos de violencia sexual no llegan a carpeta de investigación.
- Esto significa que la gran mayoría de mujeres víctimas de agresión sexual no acceden siquiera al sistema de justicia, muchas veces por temor a ser cuestionadas, ignoradas o juzgadas.
No existe la “víctima ideal”
El rechazo social, el cuestionamiento público o incluso amenazas pueden ser suficientes para que una víctima decida no denunciar o retirar su denuncia, renunciando a su derecho a justicia.
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La violencia se manifiesta de muchas formas —física, sexual, psicológica, económica—, y ninguna justifica minimizar el daño ni cuestionar a quien la sufre. La diversidad de experiencias impide estandarizar un “perfil” de víctima.
Si no se atiende con sensibilidad y perspectiva de género, atacar la violencia se vuelve una simulación: denunciar puede ser tan traumático como lo ya sufrido.
Revictimizar perpetúa el ciclo de violencia, el silencio, la impunidad, y desincentiva denuncias, lo que invisibiliza aún más la magnitud del problema.
Para romper este ciclo es fundamental que las instituciones —y la sociedad en general— reconozcan que no existe la víctima perfecta. La clave está en garantizar trato digno, perspectiva de género y respeto absoluto cuando una mujer decide contar su historia.




