El silencio sobre las filósofas que han construido la filosofía

Ellas Dicen

A lo largo de siglos, la filosofía ha sido narrada casi exclusivamente como un terreno masculino, relegando o borrando los aportes fundamentales de múltiples mujeres pensadoras.

Este sesgo no es anecdótico: según revisiones de la historia filosófica, muchas mujeres han sido “filósofas en los márgenes de la historia”.

Filósofas como Émilie du Châtelet, Mary Wollstonecraft o Simone de Beauvoir han sido claves en el desarrollo de la filosofía moderna, pero a menudo sus ideas no aparecen con la misma relevancia que las de sus colegas hombres.

Incluso pensadoras más antiguas, como Hipatia, Diótima o Aspasia, muestran que desde la Antigüedad hubo mujeres que reflexionaban con rigor, aunque sus nombres hayan sido minimizados o mantenidos al margen.

Otras filósofas menos conocidas también evidencian la amplitud del pensamiento femenino excluido: Marie de Gournay, por ejemplo, argumentó ya en el siglo XVII sobre la igualdad entre hombres y mujeres y analizó las causas de su desautorización social.

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De igual manera, figuras como Sophie Bosede Oluwole, filósofa nigeriana, rescataron las tradiciones africanas de pensamiento, alertando sobre la asimetría histórica desde un punto de vista no eurocéntrico.

El problema no solo es histórico, sino estructural: en los planes de estudio filosóficos actuales muchas veces no se incluye a estas voces. Como señala la investigadora María Luisa Femenías, muchas filósofas “fueron visibles en su época, pero no en la historia oficial”, porque sus textos se descartaron, se perdieron o fueron atribuidos a autores masculinos.

Recordar y recuperar las voces de estas filósofas es un acto de justicia: una forma de transformar nuestro presente intelectual. Incluir a mujeres en la narrativa filosófica amplía los problemas, las preguntas y los esquemas de reflexión, y evidencia que el pensamiento nunca ha sido patrimonio exclusivo de un género.

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