¿Sirve de algo la justicia internacional?
En el Día Mundial de la Justicia Internacional, reflexionamos sobre su alcance, eficacia, quienes lo ejercen y su relevancia.
El 17 de julio conmemoramos el Día Mundial de la Justicia Internacional, fecha que recuerda la adopción del Estatuto de Roma en 1998 y el establecimiento de la Corte Penal Internacional (CPI), el primer tribunal penal permanente del mundo.
La CPI, con sede en La Haya, tiene por misión investigar y enjuiciar a quienes cometen los crímenes más atroces del planeta: genocidio, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y agresión, actuando principalmente cuando los tribunales nacionales no pueden o no quieren hacerlo. Hasta ahora, cuenta con 125 países miembros y ha emitido órdenes de arresto contra figuras como Vladimir Putin, Benjamin Netanyahu y líderes de Hamas.
Desde 2002, sólo ha logrado 11 condenas, todas relacionadas con casos en África, lo cual ha sido objeto de críticas por presunta parcialidad y limitada eficacia. Además, potencias como Estados Unidos, China, Rusia o India no forman parte de la CPI, lo que limita severamente su alcance.
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No obstante, la justicia internacional no se limita a la CPI. Otro tribunal relevante es la Corte Internacional de Justicia (CIJ), encargada de resolver disputas entre Estados, aunque carece de un mecanismo propio de ejecución y depende del Consejo de Seguridad de la ONU, donde los miembros permanentes pueden vetar sus decisiones.
Además, el principio de jurisdicción universal permite que países individuales juzguen crímenes atroces aunque hayan ocurrido en otros territorios y cometan no ciudadanos, lo que ha llevado a casos notables en Europa contra responsables de conflictos en Gaza, Siria o Ruanda.
¿Entonces sirve de algo la justicia internacional?
Sus resultados son un balance entre logros simbólicos y limitaciones prácticas. La CPI y otros mecanismos han contribuido a poner en el centro del debate global la punición de los crímenes más graves, impulsando una cultura de rendición de cuentas y ofreciendo esperanza a las víctimas.
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Sin embargo, su impacto real está condicionado por la voluntad política, la cooperación internacional, y el hecho de que muchos de sus objetivos pueden eludir la justicia por falta de jurisdicción o protección de sus gobiernos.
La fortaleza de la justicia internacional dependerá de la capacidad de los Estados y de la comunidad global para respaldarla, respetar sus mandatos y fortalecer un sistema judicial que promueva seguridad e igualdad.