Del mito al movimiento: la historia y realidad del útero “errante”
Durante siglos, la medicina occidental sostuvo la idea de que el útero podía vagar libremente por el cuerpo, provocando síntomas como desmayos, angustia emocional y problemas respiratorios.
Esta antigua teoría, conocida como la del “útero errante”, dio origen a conceptos como la “histeria femenina”, término derivado del griego hystera (útero), y fue utilizada por siglos para patologizar emociones o comportamientos femeninos.
Según estas creencias, el útero se desplazaba buscando humedad y llegaba a presionar órganos como el hígado o los pulmones. Los tratamientos incluían exponer la nariz a olores fuertes, colocar hierbas aromáticas en la parte baja del cuerpo o recomendar el matrimonio y el embarazo como formas de “apaciguar” un útero inquieto.
Fue hasta el siglo XVIII, con los avances en anatomía y disección, que esta idea comenzó a ser desmentida. Sin embargo, su influencia se mantuvo en el imaginario médico y social hasta bien entrado el siglo XX, cuando aún se diagnosticaban múltiples malestares bajo la etiqueta general de “histeria femenina”.
CONTINÚA LEYENDO: ¿El DIU duele? anestesia y atención respetuosa
Hoy se sabe que, si bien el útero no deambula libremente, sí es un órgano móvil. Suspendido por ligamentos entre la vejiga y el recto, su posición puede variar: puede inclinarse hacia adelante (anteversión), hacia atrás (retroversión) o mantenerse en posiciones intermedias. Esta movilidad es natural y funcional, permitiendo adaptarse a procesos como la menstruación, la excitación sexual, el embarazo y el parto.
El ángulo del útero también influye en la percepción del dolor menstrual y otros síntomas. Por ejemplo, un útero en retroversión puede generar molestias en la zona lumbar, mientras que uno en anteversión podría aumentar la presión sobre la vejiga. Asimismo, el cérvix cambia de altura y textura a lo largo del ciclo menstrual para facilitar la fecundación o la menstruación.
También las trompas uterinas, o de Falopio, son estructuras con alta movilidad. Son capaces de capturar un óvulo incluso si éste proviene del ovario opuesto, gracias a sus fimbrias y movimientos similares a los de una anémona. Este dinamismo es vital para la fertilidad, aunque también explica riesgos como el embarazo ectópico.
Por su parte, los ovarios tienen cierto grado de movimiento, y su posición puede cambiar, por ejemplo, después de una histerectomía. En raros casos, esta movilidad puede provocar torsión ovárica, una emergencia médica.
TE PUEDE INTERESAR: Microrrelatos con Alas: María Elena Ortega presente en la FILIP 2025
No obstante, cuando los músculos del suelo pélvico se debilitan, como puede ocurrir tras múltiples partos o con la edad, el útero puede sufrir un prolapso, descendiendo dentro o fuera de la vagina. Del mismo modo, adherencias causadas por endometriosis o cirugías pueden limitar su movilidad natural y provocar dolor pélvico crónico.
El concepto del “útero errante” fue una manifestación de la incomprensión médica y cultural del cuerpo femenino. Hoy, gracias a la investigación anatómica y médica, se reconoce que el movimiento uterino es esencial, fisiológico y controlado. Y lejos de ser una anomalía, es una muestra más de la complejidad y adaptabilidad del cuerpo humano.