Del “crimen pasional” al feminicidio: nombrar para hacer justicia
Durante décadas, los medios de comunicación, las autoridades y la sociedad en general utilizaron la expresión “crimen pasional” para describir asesinatos de mujeres cometidos por sus parejas o exparejas.
Esta frase, aparentemente inocente, fue en realidad una herramienta de encubrimiento y justificación, que matizaba la violencia extrema y restaba responsabilidad al agresor.
Nombrarlo “pasional” ocultaba la raíz estructural del problema, lo convertía en una tragedia romántica, dejando de lado su verdadero rostro: un crimen de odio motivado por el control, el poder y la misoginia.
Fue necesario un giro radical en el lenguaje y en la comprensión social para empezar a llamar las cosas por su nombre. La figura del feminicidio, definida por la abogada mexicana Marcela Lagarde, fue incorporada al marco legal en México en 2007 con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
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Esta figura reconoce que hay asesinatos que se cometen por el hecho de ser mujer, y exige una investigación con perspectiva de género.
Según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, tan solo en 2023 se registraron 852 feminicidios en México. Sin embargo, activistas y organizaciones advierten que muchos más casos son clasificados como homicidios dolosos, perpetuando la impunidad.
Cambiar la forma de nombrar no es una cuestión menor: implica visibilizar, contextualizar y responsabilizar. Hablar de feminicidio permite entender la dimensión estructural de la violencia de género y obliga a las instituciones a actuar en consecuencia.
Organizaciones como Artículo 19 y Periodistas de a Pie han señalado que el lenguaje periodístico tiene un rol fundamental: evitar el sensacionalismo, no revictimizar y narrar los hechos con precisión y enfoque de derechos humanos. Usar expresiones como “la mató por celos” o “el amor los llevó a la tragedia” minimiza la violencia y encubre la misoginia.
Nombrar correctamente los crímenes no devuelve la vida a las víctimas, pero sí puede transformar la justicia, romper ciclos de impunidad y contribuir a una sociedad que no justifique la violencia.