Prudencia May: mujer maya absuelta tras años de violencia

Ellas Dicen

Hace 22 años, Prudencia May, una mujer maya de Kochol, Maxcanú, Yucatán, tomó una decisión desesperada: acabó con la vida de su esposo, Fernando, tras 22 años de violencia brutal. Su caso se convirtió en la primera sentencia en México con perspectiva de género basada en derecho internacional, marcando un antes y un después en la justicia para las mujeres víctimas de violencia.

Prudencia, quien desde los 17 años sufrió violencia física, sexual, psicológica y económica, fue finalmente absuelta dos años después, cuando la jueza Guadalupe González Alpuche determinó que actuó en legítima defensa. No fue un crimen impulsado por el odio, sino por la necesidad de sobrevivir.

En su declaración, Prudencia relató cómo su esposo la violaba, la golpeaba y la humillaba noche tras noche. “Hasta que no pase con él me quedaría sentada en un banquillo. Así me amanecía”, se lee en el expediente.

El 22 de enero de 2002, tras una nueva agresión y amenazas de muerte, Prudencia tomó un cuchillo y se defendió. Un informe psiquiátrico confirmó el daño severo que años de abusos habían dejado en ella: fracturas, cicatrices, crisis nerviosas, y un profundo trauma emocional.

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El fallo a su favor se basó en principios internacionales como la Convención Belém do Pará y casos emblemáticos como el de María da Penha en Brasil, sentando precedente en México sobre la necesidad de juzgar con perspectiva de género los actos de defensa de mujeres víctimas de violencia extrema.

Sin embargo, la impunidad y la omisión del Estado quedaron al descubierto: la policía de Maxcanú ignoró reiteradas denuncias de Prudencia, permitiendo que la violencia escalara hasta su desenlace fatal. Como advirtió la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Estado es responsable cuando tolera o minimiza la violencia contra las mujeres.

Las voces de sus hijos también resonaron en el juicio. José Nah, su hijo, recordó cómo su padre gastaba el dinero en alcohol y golpeaba salvajemente a su madre si la comida no era de su agrado. María Gloria y María Cristina, sus hijas, describieron el deterioro físico y emocional que vivía su madre: temblores, parálisis parcial y un deseo de morir antes que seguir sufriendo.

Hoy, aunque Prudencia May logró su libertad, su historia sigue vigente y urgente. En Yucatán, al menos tres mujeres mayas permanecen encarceladas por defender sus vidas, enfrentando sistemas de justicia que aún no entienden ni aplican la perspectiva de género como un derecho, no como una excepción.

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La historia de Prudencia nos recuerda que defender la vida no debería ser un delito y que la verdadera justicia empieza por escuchar a las mujeres antes de que sea demasiado tarde.

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